miércoles, 21 de junio de 2023

Anécdota de un partido entre el Borja y el Mallén

 

         Este es el actual campo de fútbol de Mallén, que lleva el nombre de “José Viela”, pero, a través de la obra Calles y caminos de Mallén, publicada por nuestro Centro, sabemos que hubo otro anterior, situado en la calle Miraflores, donde un grupo de jóvenes lo creó, en 1942, en una era que allí había, a la que cercaron con cañas. Ese campo, con el nombre de “Miraflores” fue donde comenzó su andadura el C. D. Mallén, fundado en 1945. Actualmente, en esa parcela está el Colegio Nacional “Manlia”.

         Pero la anécdota que vamos a referir tuvo como escenario otro terreno de juego, durante un encuentro entre el Borja y el Mallén. Nos la dejó escrita D. Juan Manuel Jiménez Aperte, aunque no especificaba el año en el que sucedió.


         Comoquiera que el protagonista fue Julio Orte, que ya no figuraba en la alineación de 1942-1943, tuvo que ser anterior, concretamente cuando el Borja jugaba en el campo de “La Graciel”, donde ahora está el parque. Comoquiera que aún no se había fundado el Mallén, debió ser un partido “amistoso” o de exhibición entre aficionados de ambas localidades.

         Juan Manuel Jiménez destacaba las excelentes cualidades y facultades físicas de Orte, que jugaba de medio. Dice que, en aquella época, la misión fundamental del medio era marcar al extremo contrario y Julio lo hacía a conciencia, por lo que fue apodado “La mosca”.

         Pues bien, en el segundo tiempo de aquel partido contra el Mallén afirmaba el bueno de Orte que pasó más miedo que en Annual y la razón de ello es que, durante los 45 minutos, un personaje de Mallén, al que identifican como Marote, iba corriendo, garrote en mano, con su equipo, tanto cuando avanzaba como cuando retrocedía, gritando: “¡Ay cuando termine el partido, te voy a eslomar a palos; te mataré, cobarde, más que cobarde!”. En principio ello no amilanó a Orte que llegó a cargar contra el extremo del Mallén, mandándolo fuera del campo en dos ocasiones. Ello acrecentó los insultos del que portaba el garrote y ya las piernas de nuestro jugador comenzaron a temblar,  temiendo lo peor cuando el partido finalizase.

         Y efectivamente, cuando el referee pitó el final, vio venir a su “enemigo” con el  garrote en la mano y echó a correr despavorido, mirando hacía atrás en contadas ocasiones. Pero lo que vio le dejó atónito, porque el apaleado era el extremo del Mallén, dándose la circunstancia de que era su hijo, al que el violento padre creía que había jugado con gran cobardía. Eran tiempos diferentes.



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