Este es el actual campo de fútbol de Mallén, que lleva el nombre de “José Viela”, pero, a través de la obra Calles y caminos de Mallén, publicada por nuestro Centro, sabemos que hubo otro anterior, situado en la calle Miraflores, donde un grupo de jóvenes lo creó, en 1942, en una era que allí había, a la que cercaron con cañas. Ese campo, con el nombre de “Miraflores” fue donde comenzó su andadura el C. D. Mallén, fundado en 1945. Actualmente, en esa parcela está el Colegio Nacional “Manlia”.
Pero la anécdota que vamos a referir
tuvo como escenario otro terreno de juego, durante un encuentro entre el Borja
y el Mallén. Nos la dejó escrita D. Juan Manuel Jiménez Aperte, aunque no
especificaba el año en el que sucedió.
Comoquiera que el protagonista fue
Julio Orte, que ya no figuraba en la alineación de 1942-1943, tuvo que ser
anterior, concretamente cuando el Borja jugaba en el campo de “La Graciel”,
donde ahora está el parque. Comoquiera que aún no se había fundado el Mallén, debió
ser un partido “amistoso” o de exhibición entre aficionados de ambas
localidades.
Juan Manuel Jiménez destacaba las excelentes
cualidades y facultades físicas de Orte, que jugaba de medio. Dice que, en
aquella época, la misión fundamental del medio era marcar al extremo contrario
y Julio lo hacía a conciencia, por lo que fue apodado “La mosca”.
Pues bien, en el segundo tiempo de
aquel partido contra el Mallén afirmaba el bueno de Orte que pasó más miedo que
en Annual y la razón de ello es que, durante los 45 minutos, un personaje de
Mallén, al que identifican como Marote, iba corriendo, garrote en mano, con su
equipo, tanto cuando avanzaba como cuando retrocedía, gritando: “¡Ay cuando termine
el partido, te voy a eslomar a palos; te mataré, cobarde, más que cobarde!”. En
principio ello no amilanó a Orte que llegó a cargar contra el extremo del
Mallén, mandándolo fuera del campo en dos ocasiones. Ello acrecentó los
insultos del que portaba el garrote y ya las piernas de nuestro jugador comenzaron
a temblar, temiendo lo peor cuando el
partido finalizase.
Y efectivamente, cuando el referee pitó
el final, vio venir a su “enemigo” con el garrote en la mano y echó a correr
despavorido, mirando hacía atrás en contadas ocasiones. Pero lo que vio le dejó
atónito, porque el apaleado era el extremo del Mallén, dándose la circunstancia
de que era su hijo, al que el violento padre creía que había jugado con gran
cobardía. Eran tiempos diferentes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario