domingo, 11 de junio de 2023

Marinos alemanes en el cementerio civil británico de Málaga

 

Cuando dedicamos un artículo al hermoso cementerio militar alemán de Cuacos, comentamos que allí habían sido reunidos los restos de soldados y marinos alemanes fallecidos en el transcurso de las dos guerras mundiales que, hasta ese momento, habían estado enterrados en otros lugares de la geografía española.

Sin embargo, en el cementerio civil británico de Málaga, al que ayer dedicamos el artículo de esta serie, permanecen los restos de las víctimas del naufragio de la fragata SMS Gneisenau, de la marina imperial germana, acaecido en 1900.


La SMS Gneisenau fue una fragata que, además de sus tres mástiles, contaba con propulsión a vapor que le permitía dar 12 nudos. Pertenecía a la clase Bismarck, intergrada por seis buques de características similares que había sido encargados por la Marina Imperial alemana para ser utilizados como patrulleros en las colonias del imperio.

Entró en servicio en 1879 y con 82 metros de eslora y 13,70 de manga, tenía un desplazamiento de 2.994 toneladas. Disponía de una batería de catorce cañones de tiro rápido de 150 mm y dos de 88 mm, así como de seis cañones de revólver Hotchkiss de 37 mm. Su dotación inicial estaba integrada por 18 oficiales y otros 386 hombres.

El 14 de octubre de 1886 fue sometida a obras de remodelación para su transformación en buque escuela, volviendo al servicio activo el 13 de abril de 1887.

 

A finales de noviembre de 1900, el SMS Gneisenau había llegado a Málaga, para recoger a una misión diplomática que se había trasladado a Marruecos. En aquellos momentos, su dotación estaba integrada por 19 jefes y oficiales, 51 guardiamarinas, 186 hombres, entre suboficiales, marinos y personal auxiliar; y, además 210 grumetes de corta edad, que se formaban a bordo. En total, 466 hombres en total. Al mando del buque se encontraba el comandante Karl Kretschmann, siendo su segundo el TN Berninghaus y el Jefe de Máquinas era Richard Prüffer.

Inicialmente, para no entorpecer las maniobras portuarias por una estancia que se preveía larga, la Gneisenau había fondeado en la zona Este del malecón, con dos anclas por la proa y la popa afianzada a tierra por medio de dos estachas. Esta fotografía probablemente corresponde a esa etapa. En ella puede verse a la fragata aproada a la mar con las dos anclas largadas y tangones en sus costados. En el de babor pueden verse varios botes amarrados en los que los miembros de la dotación eran llevados a tierra, para disfrutar de los actos organizados en su honor y realizar visitas culturales a otras localidades.


Aprovechando la estancia, el mando del buque había decidido realizar maniobras de tiro en la mar, con el fin de familiarizar a los alumnos en el manejo de la artillería. Posiblemente, para facilitar la salida del buque con ese fin, el comandante decidió, a primeros de diciembre, abandonar la protección del puerto y fondear a media milla del mismo. Quizás esta imagen que hemos insertado antes corresponda al nuevo fondeadero, pues, aunque se ven las anclas de proa largadas, no se aprecian amarras a popa ni están dados los tangones. Por el contrario, hay botes amarrados al costado de babor, uno de ellos al pie de la escala real.

 

         El 15 de diciembre, ante un súbito empeoramiento del tiempo, desde la Comandancia de Marina se sugirió al comandante de la fragata la conveniencia de entrar en puerto, pero éste prefirió hacerse a la mar para hacer frente al temporal, largando todo el aparejo y a toda máquina. La maniobra en los palos no pudo completarse, por la violencia del viento y, cuando más necesaria era la potencia de las máquinas, la presión del vapor comenzó a descender hasta pararse por completo.

         La situación se hizo crítica, pues el barco sin gobierno era arrastrado a tierra. En un desesperado esfuerzo por salvarlo, el comandante ordenó largar todas las anclas, pero garrearon en el fond de piedra, y la fragata impactó contra el muelle, abriéndose varias vías de agua, provocando su hundimiento.

 

         En un primer momento, algunos hombres lograron saltar a tierra, pero la fuerza del oleaje era tan grande que los botes que pudieron ser arriados zozobraron. Al percatarse de lo que estaba ocurriendo, las campanas de Málaga avisaron a la población que acudió en masa para prestar ayuda, con absoluto desprecio de sus propias vidas, hasta el punto de 12 malagueños murieron en ese empeño. Fue ese comportamiento y las atenciones dispensadas a los náufragos lo que valió a la ciudad el título de “Muy hospitalaria” que figura en su escudo.

 


         De aquellos dramáticos momentos se conservan algunas impresionantes fotografías en las que pueden verse a hombres de la dotación en las cofas o agarrados a las jarcias, esperando ser salvados.

 


         Al final, hubo que registrar el fallecimiento de 41 miembros de la dotación, entre ellos el comandante y el Jefe de Máquinas, así como el de doce malagueños. Su sepelio constituyó una impresionante manifestación de duelo, como muestran las fotos conservadas en el Archivo Municipal de Málaga.

 


         Los marineros alemanes fueron enterrados, como hemos dicho en el cementerio civil británico, por no ser católicos. Se da la circunstancia de que los católicos habían desembarcado poco antes para asistir a misa en la catedral. En el citado cementerio se encuentra el monumento dedicado a la memoria de los fallecidos, con una placa en la que figuran los nombres de todos los fallecidos.

 

         El comandante y el Jefe de Máquinas tienen sepulturas individuales. En la foto, la del comandante Karl Kretschmann es la de la izquierda y la del Jefe Richard Prüffer, la de la derecha.

         La catástrofe tuvo sus secuelas en las muestras de agradecimiento del Imperio alemán a quienes colaboraron en el rescate y la generosa ayuda a los náufragos, cuya repatriación se llevó a cabo en medio de grandes muestras de cariño, hasta el punto de que algunos regresaron y terminaron casándose en Málaga.

 


         Junto a las condecoraciones otorgadas hubo un gesto muy bonito, cuando la ciudad sufrió las consecuencias del desbordamiento del río Guadalmedina, en la noche del 23 al 24 de septiembre de 1907, que destruyó varios puentes de la ciudad. Cuando la noticia llegó al Imperio alemán, se realizó una recogida de dinero para ayudar a los malagueños a reponerse de la catástrofe, encabezada principalmente por el káiser Guillermo II. Con el dinero recaudado se construyó, en el lugar donde había estado el puente de San Antonio, uno nuevo que se llamó el “puente de los Alemanes”, con una placa que decía: “Alemania donó a Málaga este puente agradecida al heroico auxilio que la ciudad prestó a los náufragos de la fragata de guerra Gneisenau”.

 

         Muchos años después, cuando en 1982 el puente se encontraba muy deteriorado, el alcalde de Málaga, D. Pedro Aparicio, pidió ayuda al gobierno de la Alemania Occidental que accedió a la petición, siendo colocada otra placa que lo recuerda.

         La tragedia de la Gneisenau daría lugar a más artículos, dadas las circunstancias que en ella concurrieron, pero no es posible hoy comentar todas y cada una de ellas.



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